domingo, 25 de agosto de 2019

(4) LA STRADA, de Federico Fellini (1954)

Realidad Social, Realidad Emocional
Fellini plasma mediante este fantástico retrato social las dificultades que tiene que atravesar la población en la Italia de la posguerra. Su arranque ya es estremecedor: una madre se ve “obligada” a vender a su hija mayor a un recién viudo, trabajador de circo ambulante. A partir, de ahí la película pasa a través de los ojos de Gelsomina (fantástica, una vez más, Giulietta Massina) que representa la bondad e ingenuidad cuasi infantil. Su objetivo es ser feliz y parece estar expectante para que el viento sople a su favor. Sin embargo, se topa con la vida misma, y las hostilidades que conlleva. Los intereses personales, los lamentos del desamor, la falta de empatía, la envidia, el engaño…, todo se torna en su contra. Ella es víctima de una dependencia emocional hacia su verdugo del cual siente un amor autoimpuesto. 
La historia se va desarrollando mediante un halo poético, social, cómico,humanístico y emocional. De fondo, la recurrente e hipnótica melodía de Nino Rota nos conduce al momento más duro de la vida: la muerte. La benignidad y blandura de Gelsomina, que no soporta el dolor ajeno, la hará enloquecer. Zampanò caerá en la cuenta de todo después (gran papel el de Anthony Quinn); su llanto y desesperación en la magistral última escena así lo manifiestan. 
El realizador italiano afirmaba que “el neorrealismo debería abarcar no sólo la realidad social, sino también la realidad espiritual, la realidad metafísica y todo lo que hay dentro del hombre”. Aquí, lo bordó.

LA STRADA . 1954. Italia. Blanco y Negro.
Dirección: Federico Fellini
Intérpretes: Anthony Quinn, Giulietta Masina, Richard Basehart, Aldo Silvani, Marcella Rovere, Livia Venturini
Guión: Hans Kyser (Novela: Johann Wolfgang Von Goehte)
Música: Nino Rota
Fotografía: Otello Martelli

Críticas de Fellini (clicar en este mismo enlace para leer las críticas)

domingo, 4 de agosto de 2019

(3) FAUSTO, de F.W. Murnau (1926)

 Imaginería reflexiva
A través de una imaginería prodigiosa y abordando conceptos tanto mundanos cómo filosóficos, Murnau se adentra en el mito de Fausto. En ésta obra, última filmada en Alemania para dar paso a su periplo americano —que comenzó con la fantástica Sunrise: A Song of Two Humans— el director alemán continúa dando lecciones fílmicas con una escenografía rebosante de expresionismo. Basándose en el texto de Goethe, la cinta relanza en cada secuencia todas aquellas sempiternas reflexiones que el ser humano se plantea a lo largo de su existencia. 
De esta manera, temas como la finitud de la vida, la pérdida de la juventud o el hedonismo en contante pugna con el aburrimiento servicial a los condicionantes socioculturales, son mostrados con el objeto de entreverarse con diversos aspectos que completan el film. Así, comprobamos cómo de lo terrorífico (los constantes juegos de cámara, luces y sombras y vestuario), podemos pasar a lo cómico (el flirteo de tía Marta con el Diablo) hasta llegar a lo más trágico y cruel (la muerte de congelación del bebé y la condena a la hoguera de la madre). 
En definitiva, una película muy completa, técnicamente impecable e innovadora (hay que recordar que fue rodada en 1926).  

FAUST . 1926. Alemania. Blanco y Negro. Muda
Dirección: F.W. Murnau
Intérpretes: Emil Jannings, Gösta Ekman, Camilla Horn, William Dieterle, Yvette Guilbert, Frida Richard, Eric Barclay, Hanna Ralph, Werner Fuetterer, Hans Brausewetter
Guión: Hans Kyser (Novela: Johann Wolfgang Von Goehte)
Fotografia: Carl Hoffmann

Críticas de F.W. Murnau:
Amanecer (Sunrise: A Song of Two Humans (1927)