sábado, 31 de julio de 2021

(3) PARIS, BAJOS FONDOS, de Jaques Becker (1952)


Amor en tiempos de mafia
La corrupción, la amistad y el amor. Estos serían los tres conceptos que se entretejen en una historia dominada por la ausencia de libertad individual para aquellos con escasos recursos económicos (la esclavitud del cuerpo). En el París popular de finales del siglo XIX, a través de unos personajes y situaciones aparentemente chics, subyace —sin embargo— una atmosfera sombría dominada por la inquina, el odio y la venganza.  A veces, la malicia también proviene de los oprimidos, así Marie induce indirectamente a la persona que ama a un inexorable descenso a los infiernos. ¿Qué seríamos capaces de realizar por amor o por el embrujo del enamoramiento? Georges Menda lo tenía absolutamente claro, también en cuánto a los preceptos propios de la amistad. Sin pensar en las consecuencias, este carpintero priorizaba sus impulsos (conseguir a la chica, "casco de oro") y la lealtad hacia sus amistades (Raymond). 
Dentro de un ambiente donde predomina la delincuencia, Félix Leca y su banda tienen un control absoluto de la zona. Sin escrúpulos, la muerte es cotidianeidad, como un peldaño más para alcanzar poder y dinero. Jacques Becker refleja todo ese submundo mafioso y marginal a través de una magistral puesta en escena. El triángulo amoroso está narrado de una manera muy sugestiva con un ritmo que engancha al espectador.  La contundencia de las escenas finales, duras y reales, nos avisan de la dificultad de sortear un obstáculo tan violento como es la tiranía (la guillotina no se abolió en Francia hasta 1977), tanto estatal como ciudadana.
 
CASQUE D'OR. 1952. Francia. Blanco y Negro. 96 Min.
Dirección: Jaques Becker
Intérpretes: Simone Signoret, Serge Reggiani, Claude Dauphin, Raymond Bussières, Gaston Modot, Paul Barge
Guion: Jaques Becker, Jaques Companeez
Música: Georges Van Parys
Fotografía: Robert Lefebvre

sábado, 24 de julio de 2021

(3) DESAYUNO CON DIAMANTES, de Blake Edwards (1961)

Encontrar tu lugar
Las primeras imágenes del film —con ese diseño tan metódico y atrayente que hace referencia a las joyas— son absolutamente impactantes. Holly (Audrey Hepburn), está de pie, tomando un desayuno rápido delante del Tiffany’s y sintiendo la tranquilidad que le reportan ese tipo de lugares, lo que supone toda una declaración de principios. 
Breakfast at Tiffany’s es una historia con un trasfondo psicológico detrás de cada uno de los personajes. Su manera de comportarse responde a una serie de motivaciones y emociones subrepticias donde —a través de la conducta observable— se traducen y, por ende, se extraen, todos los códigos escondidos en sus procesos mentales. Holly, no es solo Holly, es también Lula Mae quien arrastra una intrahistoria tortuosa que deja marcas indelebles y que, para ocultarlas, maquilla una apariencia frívola y rimbombante. 
La obra sigue la estela de Holly: es evidente que estamos ante un drama, pero este se ve alterado con—brillantes— toques de comedia. Exteriores de ensueño, personas fingidamente felices, joyas y riqueza por doquier. ¿Qué estratagema sigue cada uno para conseguir aquello que desea? En el fondo se esconde algo terrible como son las operaciones de transacción a cambio de placeres humanos y favores sexuales. Holly, no obstante, intenta encontrar su sitio y hallará en Paul Varjak (George Peppard) a su sostén, el cual tendrá que sufrir también sus desvaríos personales. 
Con finales diametralmente opuestos entre el libro y la película, éste más edulcorada pero también ácida, ambas son grandes obras en sus distintas parcelas artísticas. Blake Edwards, hace una adaptación muy inteligente, trufándola de tintes de comicidad y aires románticos y acompañada por una inolvidable banda sonora de Henry Mancini.
 
BREAKFAST AT TIFFANY'S. 1961. USA. Color. 115 Min.
Dirección: Blake Edwards
Intérpretes: Audrey Hepburn, George Peppard, Patricia Neal, Buddy Ebsen, Martin Balsam, Mickey Rooney, José Luis de Vilallonga, John McGiver
Guion: George Axelrod. (Novela: Truman Capote)
Música: Henry Mancini
Fotografía: Franz Planer

viernes, 23 de julio de 2021

(2) EL RÍO Y LA MUERTE, de Luis Buñuel (1955)

Ignorancia, ergo, violencia
En esta adaptación de la novela “Muro blanco en roca negra” de Miguel Alvarez Acosta, Buñuel muestra el antagonismo entre lo racional y lo irracional, entre lo cabal y lo vil, entre la paz y el desorden. Así, de esta sutil manera, denuncia la violencia gratuita incrustada en la idiosincrasia de la sociedad mexicana. La vida —en estos entornos, sin ningún valor— y la muerte —consuetudinaria, junto a otras leyes no escritas de la aldea— se cogen de la mano para ofrecer un contexto donde la ignorancia y la falta de educación cultural conducen irremediablemente a la agresión constante y al ensañamiento. Todos estos conceptos son plasmados en una atmósfera cruda y asfixiante produciendo una enorme desazón en el espectador. 
El papel del joven médico es crucial, una bocanada de aire fresco en un ambiente tóxico, infectado por el odio. Su rol, fundamental, supone un mensaje de esperanza en un mundo podrido por la competencia y la animosidad. 
Correcto film del director aragonés, aunque con algunas lagunas, especialmente en las peleas y en su edulcorado final.

EL RÍO Y LA MUERTE. 1955. México. Blanco y Negro. 91 Min.
Dirección: Luis Buñuel
Intérpretes: Columba Domínguez, Miguel Torruco, Joaquín Cordero, Víctor Alcocer, Jaime Fernández
Guión:  Luis Buñuel, Luis Alcoriza (Novela: Miguel Álvarez Acosta)
Música: Raul Lavista
Fotografía: Raúl Martínez Solares
 
Críticas de Luis Buñuel (clicar en este mismo enlace para leer las críticas):  
Los Olvidados (1950), Las Aventuras de Robinson Crusoe (1954), La Via Láctea (1969), Tristana (1970), El Fantasma de la Libertad (1974)