lunes, 20 de julio de 2020

(3) EL JEQUE BLANCO, de Federico Fellini (1952)

Un jeque de barro
Nuestras vidas siempre están forjadas de sueños. Sueños en los que queremos hallar aquello que mejore lo que se nos ha sido dado hasta ese momento. Sueños que pueden ser más o menos inalcanzables dependiendo de nuestro objetivo. Este segundo largometraje de Fellini nos hace estas preguntas solapadas: ¿Somos felices con lo que tenemos en la actualidad? ¿Nos sentimos satisfechos y realizados? 
El realizador italiano cuenta la historia de Wanda, una joven italiana recién casada que se siente absolutamente disgustada con su vida actual. Lectora voraz de fotonovelas, anhela tener un encuentro con Fernando Rivoli, el galán y jeque blanco de su revista. Aprovechando su luna de miel en Roma, abandona a su marido para encontrarse con su “príncipe azul”. Lo que en un principio pareciera ser un encuentro furtivo y exprés, da un giro inesperado. 
La película está barnizada de deliciosos toques cómicos, con situaciones de enredo en los que el marido Ivan Cavalli se encuentra en una tesitura de constante tensión: dudas sobre su esposa, aparentar buenas formas con la familia, etc. Y detrás de todo ese escenario hay una lección o, más bien, un reflejo de la vida misma en forma de contrastes entre lo ideal y lo real: una lucha interna que tenemos los seremos humanos desde nuestra existencia. A veces, no queda más que resignarse y conformarnos con lo que tenemos: “tú eres mi jeque blanco”, como le dice Wanda Giardino Cavalli a su marido al final de la película o, por el contrario, confiar en nosotros mismos e ir hasta el final.
 
LO SCEICCO BIANO. 1952. Italia. Blanco y Negro. 88 Min.
Dirección: Federico Fellini 
Intérpretes: Alberto Sordi, Brunella Bovo, Leopoldo Trieste, Giulietta Masina, Lilia Landi, Ernesto Almirante, Fanny Marchiò, Iole Silvani, Gina Mascetti
Guion: Federico Fellini, Tullio Pinelli, Ennio Flaiano. Historia: Michelangelo Antonioni
Música: Nino Rota
Fotografía: Arturo Gallea
 

domingo, 19 de julio de 2020

(3) LOS INÚTILES, de Federico Fellini (1953)

  Traicionando a Epicuro
Cuando el hedonismo se pone en práctica por alguien no cualificado es un hecho que conlleva, irremediablemente, daños colaterales. Esta búsqueda del placer suele tener un efecto terapéutico para la persona, pues habitualmente conduce a una ausencia de aflicción. Sin embargo, puede que tal inexistencia para la psique —especialmente si se carece de empatía— se convierta en dolor para los demás. 
Fellini traslada esta conocida y constante exploración, por parte del ser humano, a una pandilla de jóvenes veinteañeros de la Italia de los años 50, la mayoría de los cuales intentan vivir del sacrificio de sus familiares o amigos. Vacíos de contenido y de expectativas, solo tienen en su mente pasar el rato sin hacer nada, montar juergas y ver la vida deambular delante de sus narices, sin ser conscientes de su finitud ni de su significado. 
No faltan las distintas personalidades que conforman los grupos, esto es; el líder, el espabilado, el introvertido, el irreverente (Alberto)… Un continuo —que va del rasgo más egoísta (Fausto) al más desprendido (Moraldo)— ubicado en una sociedad paternalista donde a la mujer es un simple objeto que es utilizada para puro divertimento sexual (concurso de mises, la instrumentalización de Sandra, flirteos en el cine…). En definitiva, seres humanos que aportan muy poco a la sociedad; una inutilidad manifiesta —extrapolable a la actualidad— que tiene enfrente a su generación anterior: sus padres. Dichos progenitores acaban avergonzados —después de tantos años de lucha (posguerra, condiciones de vida, trabajo...)— de la conducta inane de sus descendientes. 
La escena desesperada de la búsqueda de Sandra y el bebé muestra la metamorfosis de Fausto. Con cuerpo de hombre y mente de niño es consciente de su vacuidad al cerciorarse de las consecuencias catastróficas que puede tener su comportamiento. Conducta ésta que le abre las puertas a su redención final (secuencia que desentona un poco, dicho sea de paso). 
Los inútiles, a pesar de su apariencia banal y festiva, es un retrato duro y profundo que ofrece un atisbo de esperanza en la escena del tren. En ella se observa como aparecen dos generaciones. Una, la del joven Moraldo; arrepentido, intenta huir de la opresión claustrofóbica de su ciudad habitual y, otra; la del niño que intenta labrarse su futuro trabajando, capta con su mirada el mensaje subrepticio que le emite Moraldo: “huye y escapa de la inutilidad”.

I VITELLONI. 1953. Italia. Blanco y Negro. 101 Min. 
Dirección: Federico Fellini
Intérpretes: Alberto Sordi, Franco Fabrizi, Franco Interlenghi, Leopoldo Trieste, Leonora Ruffo, Lida Baarova  
Guión: Federico Fellini, Tullio Pinelli, Ennio Flaiano
Música: Nino Rota
Fotografía: Otello Martelli
 

sábado, 18 de julio de 2020

(1) QUIÉN TE CANTARÁ, de Carlos Vermut (2018)

  Doble sufrimiento, doble tedio
“Cruce de caminos con llegada a la estación de la desesperanza”, esta podría ser la frase que resumiera este fallido film de Carlos Vermut. Y es que, si bien el planteamiento y la propuesta (con claras influencias de Persona, de Bergman) es atrayente —en cuanto a lo que respecta al sufrimiento de las relaciones materno filiales de dos mujeres (una con respecto a su madre y la otra con respecto a su hija) y a su anulación como personas— me dio la sensación que la obra no acaba de transmitir, ni mucho menos evocar, ninguna emoción al espectador
Es verdad que el envoltorio es bastante sugestivo: fotografía, puesta en escena, canciones trabajadas, la voz de Amaral…, sin embargo, el resultado es tedioso porque la película peca de un ritmo demasiado lento y de estar estirada innecesariamente. Guion desaprovechado.  

QUIÉN TE CANTARÁ. 2018. España. Color. 125 Min. 
Dirección: Carlos Vermut
Intérpretes: Najwa Nimri, Eva Llorach, Carme Elías, Natalia de Molina, Julián Villagrán, Vicenta N'Dongo, Inma Cuevas, Ignacio Mateos, Catalina Sopelana
Guión: Carlos Vermut
Música: Alberto Iglesias
Fotografía: Eduard Grau

(3) LA PERDICIÓN DE LOS HOMBRES, de Arturo Ripstein (2000)

 Mostrando la realidad
Sin adornos ni ornamentaciones, Arturo Ripstein evita cualquier atisbo de edulcorar este retrato ajado y crudo de la sociedad e idiosincrasia mexicana. La historia presentada se canaliza a través del corrido “La perdición de los hombres” por el que desfilan personajes pertenecientes a los estratos más bajos de la sociedad. El director muestra lo que hay: gente pobre que lucha por sobrevivir y ausencia de empatía en una falocracia imperante. Una cruda realidad que se aleja de los comportamientos hipócritas de sofás confortables y lujos al alcance.
Teñido de humor negro, el film puede resultar tosco, sin embargo, su mérito radica en su propuesta arriesgada y difícil de digerir, porque en realidad, así es la vida y lo demás mejor dejarlo para los cuentos de hadas.  

LA PERDICIÓN DE LOS HOMBRES. 2000. México. Blanco y Negro. 109 Min. 
Dirección: Arturo Ripstein
Intérpretes: Rafael Inclán, Patricia Reyes Spíndola, Luis Felipe Tovar, Carlos Chávez, Leticia Valenzuela, Alejandra Montoya, Eligio Meléndez, Ernesto Yáñez.
Guión: Paz Alicia Garciadiego
Música: Guillermo Granillo
Fotografía: Esteban de Llaca

lunes, 13 de julio de 2020

(2) DIECISIETE, de Daniel Sánchez-Arévalo (2019)

 El reencuentro del menor 
La transición de la adolescencia a la edad adulta es un camino complicado. Si a esto le añadimos el problema de encontrarnos desorientados por el hecho de no tener figuras paternas a las que agarrarnos, el resultado es un sufrimiento constante. Héctor, actúa siguiendo las directrices que le dicta el instinto y su corazón, tal vez con arrebatos, pero con un objetivo final que bien podría acercarse a los ideales de nobleza (cuidar de la abuela y tratar bien a los animales). 
La película habla de la angustia a la que están sometidos estos adolescentes que por diversas circunstancias han acabado en un centro de menores. Para remediarlo, la terapia con perros le servirá de mucha ayuda. La situación cambia cuando adoptan al perro que cuidaba y del que se había encariñado, pues será partir de entonces cuando comenzará una interesante road-movie en la que se podrán adivinar y resolver un buen puñado de emociones entre él y su hermano mayor, Ismael
En cada uno de los personajes de la historia existen conflictos no resueltos que harán que los acontecimientos lleven un determinado carácter. La fuga de Héctor será como una especie de viaje para reencontrarse con su familia, con su hermano y, especialmente, consigo mismo. El hermano mayor Ismael, afectado por la ruptura con su novia, intentará ser el guía que ilumine el camino del hermano, sin embargo, será al revés: experimentará una metamorfosis que le llevará a acabar utilizando los mismos métodos que Hector. Realmente, ambos, disfrutarán de una transformación que les hará volver a unirse después de muchos años.
Rellena de frases clarificadoras e ingeniosas (“abuela, no te mueras hasta que vuelva", “tenemos que aprender a perder"...) y elementos vinculantes: el código penal, la abuela, los perros ..., el filme posee una cuidada puesta en escena y una sugestiva fotografía (con bellos paisajes cantábricos) y exteriores. Si bien hay momentos en los que el espectador se turba ante tantos remolinos de idas y venidas y de razonamientos repetitivos, podemos concluir que estamos antees una obra digna y bien trabajada.

DIECISIETE. 2019. España. Color. 100 Min. 
Dirección: Daniel Sánchez-Arévalo
Intérpretes: Biel Montoro, Nacho Sánchez, Lola Cordón, Iñigo Aranburu, Itsaso Arana, Kandido Uranga, Carolina Clemente, Jorge Cabrera, Chani Martín, Mamen Duch.
Guion: Daniel Sánchez-Arévalo
Música: Julio de la Rosa
Fotografía: Sergi Vilanova

sábado, 11 de julio de 2020

(4) VERANO 1993, de Carla Simón (2017)

Dolor en la infancia
Siempre es complicado hacer películas con niñas/os dado su difícil rodaje y su complicada transmisión de disposiciones afectivas. Este trabajo, sin embargo, ha sabido salir airoso en su cometido. Así, la dirección de actores ha sido clave en el resultado final debido a un acertado casting, existiendo una gran afinidad y química en las niñas las cuales actúan con una sorprendente naturalidad. 
Verano 1993, es una película de sentimientos, un drama donde se exponen los problemas emocionales en la infancia a través de la mirada de su protagonista—trasunto de objetivo de cámara— que nos cuenta sus experiencias internas tras la pérdida de sus padres y su posterior acogida por parte de sus tíos. Ello hace que la película trate los hechos sin emitir juicios y que lo haga de una manera real y profundamente tierna con los acontecimientos que se desarrollan. Este aspecto narrativo y psicológico se combina estupendamente con una brillante factura técnica pues el film goza de una excelente fotografía con una reinante luminosidad que refuerza la arquitectura de su contenido. 
La película está repleta de simbolismos que se traducen en sus silencios y elementos comportamentales (juegos, visitas a la imagen de la virgen, etc.). En ella se explica muy bien la dificultad que existe en el ser humano para canalizar el dolor, más aún en la niñez. También, dado que se desarrolla al principio de los años noventa, se puede observar la reticencia y la ignorancia de la sociedad ante el virus del sida. En definitiva, Verano 1993, es un bello film, poético y atemporal —en ciertos momentos recuerda a El espíritu de la colmena— que no hay que perderse.

ESTIU 1993. 2017. España. Color. 97 Min. 
Dirección: Carla Simón
Intérpretes: Laia Artigas, Bruna Cusí, David Verdaguer, María Paula Robles, Paula Blanco, Etna Campillo, Jordi Figueras, Dolores Fortis.
Guion: Carla Simón
Música: Ernest Pipó
Fotografía: Santiago Racaj

domingo, 5 de julio de 2020

(3) CASI 40, de David Trueba (2018)

 
Diálogos profundos
Una gira musical —guitarra al hombro—por pequeños locales y librerías, un amigo de la infancia y una furgoneta con rótulos de un negocio de productos cosméticos ecológicos. Esos son los mimbres con los que se configura esta austera e interesante road movie de David Trueba. En ella, a través gestos y miradas —donde el espectador infiere lo que se esconde detrás de los personajes— y de unos diálogos dotados de una intensa profundidad, los sentimientos y emociones —tanto los que se exponen como los que se ocultan— se revelan para dar cuenta de la intrahistoria de los dos protagonistas (Tristán y Lucía), cuyas vidas permanecen entrelazadas desde su niñez.
Ambos se encuentran en el tránsito de la juventud hacia madurez donde se genera un viaje iniciático, un reencuentro donde confluyen sus miedos, sus deseos, su situación pasada y presente. Cada uno tiene su vida más o menos conformada. Ella, más estable (casada y con hijos), él, sin embargo, desorientado, va dando tumbos de aquí para allá. Y, sin quererlo, nos convertimos en reflejo de Tristán e intentamos comprender el porqué de su silencio ante lo que siente por ella.
La obra —con ingeniosos apuntes cómicos en las conversaciones— nos muestra un tono nostálgico y melancólico trufado de recuerdos y situaciones de un pasado que ya no podemos cambiar, indicándonos la importancia de subirse a aquellos trenes de los que nunca queremos (o quisimos) desprendernos.

CASI 40. 2018. España. Color. 87 Min. 
Dirección: David Trueba
Intérpretes: Lucía Jimenez, Fernando Ramallo, Carolina África, Vito Sanz.
Guion: David Trueba
Fotografía: Julio César Tortuero

Críticas de David Trueba:
Si me borrara el viento lo que yo canto (2019)