sábado, 8 de febrero de 2020

(3) SACRIFICIO, de Andrei Tarkovsky (1986)

  Análisis de la condición humana
No tengas miedo, la muerte no existe. Existe el miedo a la muerte, que es un miedo terrible. A veces hace que la gente haga cosas que no debiera. ¡Cuán diferentes serían las cosas si pudiésemos dejar de temer a la muerte!” 
Este comentario que le hace Alexander a su hijo pequeño se me antoja crucial en este poético y, a la vez, profundo film de Tarkovski. Las reflexiones existencialistas (el “eterno retorno” de Nietzsche) en el arranque de la película entre el cartero Otto y Alexander marcan una constante metafísica a lo largo de la historia que se va entremezclando con sus elementos terrenales (las relaciones personales y sus consecuencias). 
Es a partir de entonces cuando comienzan a emerger las contradicciones, algo así como una especie de lucha de contrarios: Alexander parte de un ateísmo reconocido para, —después de ser atrapado por el miedo a la muerte—, abrazarse a la Fe cristiana. Sin embargo, Otto, quién admite que “es un coleccionista de cosas inexplicables, pero ciertas” le persuade para que recurra a la criada María, identificada según él como una bruja quién hará que todo vuelva a la normalidad. Es decir, ante la más honda desesperación como es la cercanía de la muerte delante de un inminente ataque atómico, son la magia y el ocultismo los que sobresalen entre todos los conceptos para arrastrar a los miembros del grupo a una catástrofe final. Alexander sufre una metamorfosis (clara referencia a la vulnerabilidad del ser humano), aunque previamente intuía que algo iba a ocurrir (“Mi vida ha estado esperando esto, mi vida no ha sido más que una espera de esto”) llevándolo a un comportamiento dominado por un miedo enfermizo, cercano a la locura, que le sume en un profundo abatimiento ante la impotencia del devenir de la vida (cosa que ya se puede adivinar en ese movimiento extraño que acaba lesionando a su hijo). 
Ante ello surge el sacrificio con el objeto de redimir a los suyos de las situaciones penosas que se avecinan. Victor, su amigo doctor, indagador, escéptico y cansado con el mundo, intenta actuar de sustento entre el desequilibrio de Alexander y la histeria de la esposa de éste, Adelaide
Con el distanciamiento de la cámara con los personajes (muy pocos primeros planos) el director consigue transmitir la tensión que emana la obra, así como un estado de ánimo contiguo a la tristeza y al desinterés. No obstante, en el fondo, el film plantea un final esperanzador en la transformación a la inversa que sufre su hijo, transitando de su laconismo a, en la escena final, una gran fluidez en el habla. Y es que, de hecho, el director dedica el film a su progenitor en los títulos de crédito con este mensaje clarificador: “Esta película está dedicada a mi hijo Andriushka, con esperanza y confianza." 
Tarkovski realizó esta película en plena guerra fría y con un cáncer terminal (ocho meses después falleció). Consiguientemente, todos los elementos que envolvían a estos hechos (muerte y guerra) son plasmados de manera muy sutil en el planteamiento de una trama cuyos episodios dan lugar a una cinta interesante, carente de ritmo por momentos, pero con un lirismo insólito y singular.

OFFRET. 1986. Suecia. Color. 145 Min.
Dirección: Andrei Tarkovsky
Intérpretes: Erland Josephson, Susan Fleetwood, Valérie Mairesse, Allan Edwall, Gudrun Gildottir, Sven Wollter
Guion:  Andrei Tarkovsky
Música: Johann Sebastian Bach
Fotografía: Sven Nykvist

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