sábado, 18 de febrero de 2023

(2) EL ENEMIGO DE LAS RUBIAS (1927), de Alfred Hitchcock

Pinitos hitchcocknianos
El recurso cinematográfico del suspense que como bien sabemos proliferará a lo largo de toda la filmografía del director es, en mi opinión, la fuerza motriz y el aspecto más interesante de este filme. Evidentemente, la expectación que se crea frente a la llegada del inquilino nos deja como espectadores inquietos y deseosos de saber qué ocurrirá en la trama. Espero que no se me malinterprete: no estoy diciendo que cualquier película que sea de suspense deba tener per se un suplemento de calidad, porque este recurso debe saberse manejar y para tal menester el realizador británico era un auténtico maestro. Sin embargo, el producto final tiene que ir más allá y presentar un metraje donde los diferentes subgéneros que acompañan a la incertidumbre propuesta, sean plausibles y convincentes. Desgraciadamente, estos se quedan equidistantes y, si bien elementos tan habituales en la literatura y el cine como el amor, los celos y la amistad se asoman desde un inicio y son cruciales para el desarrollo del tejido argumental, al final se convierten en algo secundario. Parece que todo haya sido metido con calzador para, de alguna manera, justificar así la intriga y el misterio. 
Con todo, hay que reconocer que la atmósfera —estimado expresionismo— está muy bien conseguida, con la niebla londinense como metáfora del acecho del crimen. No son inferiores, tampoco, las interpretaciones y los fantásticos recursos expresivos que el elenco actoral utilizan (tenemos que recordar que estamos hablando del cine silente y las dificultades a la hora de mostrar la fuerza interpretativa eran mayores). También hay que destacar secuencias memorables en cuanto al enamoramiento de Daisy y el huésped; gestos, miradas, muecas que ponen de manifiesto todos los sentimientos y emociones de los protagonistas. 
Volviendo otra vez hacia el lado negativo, hay algunos aspectos que pasan por inverosímiles como por ejemplo la retirada de los cuadros de las chicas rubias por parte del inquilino o la relación del triángulo amoroso. Además, el rol que desarrolla Joe, el novio de Daisy, queda confuso con su comportamiento hacia su pareja. Por cierto, ¿qué pasa al final con él? Para mí ha sido el héroe de la historia y, aun así, queda relegado cual perro de San Bernardo. 
Aunque este segundo trabajo del director tenga sus luces y sombras es importante subrayar que supuso un caldo de cultivo para sus producciones posteriores que tanto han aportado al arte cinematográfico. Ya se podía adivinar entonces lo que iba a venir después si nos fijamos en su puesta en escena y en su habilidad al combinar tensión, intriga y pellizcos de humor
Por último, me gustaría comentar dos elementos muy desacertados en la —si podemos llamarla así— “postproducción” (cosa que no es culpa de Hitchcock). Primero, la traducción al español del título anglosajón es absolutamente ignominioso, más propio de un grupo de pseudoglam como las Nancy Rubias que de una obra cultural. Y, por último, lo segundo es la aplicación de la música a las imágenes: a veces anacrónica y, la mayoría del metraje repetitiva, con unas subidas de sonido que han conseguido crisparme. No negaré que esto haya influido en mi percepción final.

THE LODGER: A STORY OF THE LONDON FOG. 1927. Reino Unido. Blanco y negro. 92 Min.
Dirección: Alfred Hitchcock
Intérpretes: Ivor Novello, Marie Ault, Arthur Chesney, June, Malcolm Keen, Eve Gray, Reginald Gardiner
Guión:  Alfred Hitchcock, Eliot Stannard. Novela: Belloc-Lowndes
Música: Thomas Newman
Fotografía: Gaetano di Ventimiglia

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