La madre loca
La directora Paula Ortiz, fiel a su estilo, reviste esta historia, basada en hechos reales, con una pulcra estética y poesía lírica. Fernando Fernán Gómez ya hizo una estimable revisión del libro de Eduardo Guzmán en Mi hija Hildegart (1977). Ahora bien, ambas, aunque con la misma esencia, son muy distintas. Mientras que la primera era más directa y desnuda, esta está llena de simbolismos y apuntes filosóficos que invitan al espectador a involucrarse en la trama y a reflexionar.
Eso sí, ambas comparten la locura de una madre hacia su hija, creada por medios enfermizos, únicamente para un objetivo: la transformación de la sociedad. Por ello, la madre recurre al acto sexual de un sacerdote (el padre imposible) y la instruye en las diferentes disciplinas para que abarque el mayor conocimiento posible. Una proyección, en definitiva, de sus frustraciones.
Sin embargo, en esta vida, es necesario distinguir entre la inteligencia cognitiva y emocional (un ejemplo claro sería Hildegart y la criada: una está bien servida de la primera, y la otra, de la segunda). Asimismo, para disfrutar de una vida plena, hay que probar y sentir el amor, el divertimento y la socialización. Desgraciadamente, Hildegart era una esclava sin libertad, atada al yugo de su madre, quien, contradicciones de la vida, aplicaba la misma metodología que sus enemigos.
A modo de conclusión, La virgen roja es un trabajo que utiliza de manera acertada los recursos fílmicos, con una imaginería cromática y poderosa, para reforzar el contenido de esta perturbadora historia.
LA VIRGEN ROJA. 2024. España. Color. 114 Min.
Dirección: Paula Ortíz
Intérpretes: Najwa Nimri, Alba Planas, Patrick Criado, Aixa Villagrán, Pepe Viyuela, Pep Ambrós, Claudia Roset, Jorge Usón
Guion: Eduard Sola, Clara Roquet
Música: Guille Galván, Juanma Latorre
Fotografía: Pedro J. Márquez
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