El membrillero como testigo del devenir
A priori es impensable que una película de dos horas y veinte minutos —una gran parte de ellas con cámara fija— sobre el proceso de creación de un artista en la elaboración pictórica de un membrillo pueda mantener su interés durante todo el metraje. Sin embargo, cuando ya llevas un buen rato visionando el film, te preguntas: ¿cómo es posible que este hombre (Erice) pueda hacer lo que estoy viendo? Y así transcurre dicho proceso de principio a fin: de manera cuidadosa, minuciosa, detallista y ordenada.
Lienzos, acuarelas, espacio, ubicación, perspectiva, iluminación… Es octubre, pero los rayos del sol no dan todo el día en el membrillo. Antonio López, con una personalidad entrañable y acogedora (cosa que creo que otorga más calidad al trabajo), trata de encontrar el equilibrio, el punto exacto que satisfaga sus pretensiones, que exista una concordancia entre la materia y la naturaleza. Junto a ello, coexisten unas conversaciones interesantísimas con los demás personajes sobre la pintura, pero, especialmente, sobre la vida, que te atrapan e introducen en la historia.
La podríamos catalogar como inclasificable porque es ficción y es documental al mismo tiempo. Sus bellas imágenes y su sosiego conforman este extraño y atrayente film que, en mi opinión, es un hermoso poema pictórico sencillo, sincero y arriesgado. Cine de autor, personal y sugestivo. Muy recomendable.
EL SOL DEL MEMBRILLO. 1992. España. Color. 139 Min.
Dirección: Víctor Erice
Intérpretes: Antonio López
Guion: Víctor Erice
Música: Pascal Gaigne
Fotografía: Javier Aguirresarobe, Ángel Luis Fernández, José Luis López-Linares
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